jueves, 11 de enero de 2018

Cuestión de "no querer".


El diálogo que se desarrollaba hace unos días a mi lado tenía como protagonistas a dos chicos en edad adolescente; debían rondar los dieciséis o diecisiete años, un chico y una chica. La conversación no tenía desperdicio y versaba sobre un tema que a mí personalmente ya me preocupa desde la pasada temporada por algunos casos que hemos tenido en nuestro círculo deportivo cercano. La chica preguntaba al chico el motivo por el que había dejado de practicar su deporte favorito, al que se dedicaba, al parecer, desde hacía varios años y no se le daba nada mal, según ella comentaba. Él, serio y concentrado en hallar una respuesta a la altura de la pregunta, le contestó en un tono que llevaba implícita la razón total sobre esta cuestión: “No tengo tiempo. Además, mis padres siempre me están diciendo que lo deje, que me ocupa mucho tiempo y que ellos tampoco tienen tiempo libre para estar llevándome a los partidos cuando no tengo con quién ir”.

Bien, pues hoy ha llegado el momento de abordar el tema del abandono deportivo, orientado al baloncesto en mi caso. Sé que este es un tema muy controvertido, complicado, que levanta ampollas a algunos y calla las bocas de otros y que hay opiniones muy diversas y variadas, dependiendo del punto de vista desde el que se mire.

El abandono de la práctica deportiva, sobre todo en adolescentes, es cada día más frecuente, aunque es algo que siempre ha sucedido al llegar a esa edad en la que las prioridades empiezan a cambiar, y no siempre van orientadas hacia lo correcto. Si les preguntamos el motivo del abandono a estos chicos, obtendremos las más variadas respuestas, aunque la más frecuente es la de “no tengo tiempo”, falso en la mayoría de los casos. Los chicos no dejan de practicar baloncesto de la noche a la mañana por no tener tiempo para ello, sino que han encontrado otra cosa a la que prefieren dedicar esas horas que, durante años en muchos casos, dedicaban a entrenar. Puede ser salir con los amigos, puede ser jugar a la Play, puede ser pasear con la novia o novio, pero casi nunca es por no tener tiempo para estudiar, como nos gusta mucho decir a los padres. “Mi hijo ha tenido que dejarse el baloncesto porque no tiene tiempo para estudiar”… Frase muy típica que todos hemos escuchado más de una vez y a la que yo, sinceramente, nunca sé cómo contestar, se me pone cara de tonta y me quedo sin palabras. Porque pienso: “madre mía, debo ser una mala madre, que empujo a mis hijos constantemente a estar implicados con su equipo, a no dejarlos colgados, a no faltar a entrenar,…”. Lo cierto es que ese hijo que ha tenido que dejarse el baloncesto para poder estudiar más, no dedica muchas más horas que antes al estudio, sino que, si antes dividía su tiempo libre entre dos actividades (salir con los amigos y entrenar, además de estudiar, por ejemplo), ahora solamente tiene que dedicarse a salir y a estudiar, lo que hace que su carga mental y física sea menor y él se encuentre más a gusto habiendo “eliminado” el peso de los entrenamientos de su agenda. No es cuestión de no poder, es cuestión de no querer. Está claro que llega un momento en el que la decisión o consejo de los padres sobre este particular deja de ser decisivo, ya que en esas edades de categoría junior, son ellos los que van inclinándose hacia un lado u otro, pero también está claro que un pequeño empujoncito y una charla sobre el compromiso y la responsabilidad por nuestra parte nunca viene mal.
Ahora vamos al siguiente punto. Al mismo tiempo que se produce el abandono de la actividad física, se abandona al equipo, dejas tirado a los que tienes a tu lado y a los que han luchado y compartido contigo buenos y malos momentos a lo largo de los años. Y eso, es más difícil de arreglar. Cuando el equipo que lucha a tu lado, pierde la confianza que tenía puesta en ti, cuando el equipo se siente abandonado, es muy difícil recuperar esa confianza necesaria para hacer andar un equipo. Tenemos que tener en cuenta que practicar baloncesto implica otras cosas además de hacer deporte. Como deporte de equipo por excelencia, el baloncesto se ha caracterizado siempre por ser un deporte “generador de valores”, un deporte educativo y formativo que enseña a nuestros hijos desde pequeños a trabajar en equipo, a compartir su tiempo libre con otros niños en un entorno sano, les enseña la responsabilidad de trabajar junto a sus compañeros para lograr una meta común. Les enseña a saber ganar y a saber perder, a ser generosos y humildes en sus triunfos, a encarar la derrota con sabiduría. Les enseña cómo formar parte de un todo en el que la individualidad queda a un lado para remar todos juntos. Cuando uno de los componentes del equipo decide abandonar en medio de la temporada y dejarlo “colgado”, no sólo le está dando la espalda a su deporte, no sólo está dejando de jugar, sino que está dando la espalda a los jugadores y a su entrenador, a esos que remaban junto a él.

Hay otro punto que también es muy importante en este caso y que todos los entrenadores con los que hablo siempre me comentan: el castigo a los hijos con no ir a entrenar. Siempre ha sido muy típico eso de castigar sin el entrenamiento del deporte que practican; es algo que les gusta y nosotros, sin ningún problema, se lo quitamos cuando los estudios no van bien, cuando hacen algo mal o cuando ya nos tienen hasta arriba con sus cosas. Sin embargo, los dejamos salir el fin de semana con los amigos o no les quitamos la videoconsola de turno. No, les quitamos el deporte que tan sano es y tan bien les viene para todos los ámbitos de su vida, sin tener en cuenta que también es una actividad formativa y educativa. Claro, consecuencia directa de la poca importancia que damos a la práctica deportiva de nuestros hijos (con decir eso de “¡ni que se fuera a ganar la vida jugando al baloncesto!, tenemos bastante) es el momento del abandono de algo en lo que tampoco se sienten apoyados, ya que perciben que en casa no se le da importancia, por lo que dejarlo no les va a suponer ninguna bronca.

Por último, y no menos importante, hay que hacer mención a la parte de responsabilidad en esto del abandono que también tienen los entrenadores. No en vano, son ellos los encargados de motivar, formar y orientar a los jugadores de su equipo de manera que se sientan parte importante de ese todo que antes comentábamos. Está claro que el peso que cada jugador tiene en el equipo es diferente dependiendo de sus habilidades, su forma física, su empatía con el resto, su implicación,… Cada jugador es un mundo y cada uno de ellos aporta lo que puede dependiendo de sus cualidades deportivas, algo que a veces los entrenadores no tienen en cuenta, apartando del equipo a ese jugador más débil o menos decisivo, sin darle la importancia necesaria al esfuerzo que realiza ese niño para mejorar y sentirse parte importante del equipo. Esta situación, y hablo con conocimiento de causa, termina, sin ninguna duda, con el abandono por parte del jugador, aunque en la mayoría de los casos se produce un cambio de equipo y no un abandono total.

En definitiva, y sea por la causa que sea, es una pena que nuestros hijos dejen de lado esa actividad deportiva que tanto les ha gustado practicar durante su infancia y adolescencia por pensar que no tienen tiempo para todo, por no tener el apoyo y orientación necesarios en casa o por no sentirse apreciados y valorados por sus entrenadores. Esos tres pilares básicos en la formación de nuestros hijos deberían ir, siempre, de la mano y enseñarles que, con trabajo, esfuerzo e interés, todo es posible.

 
 
Bss.

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