Nada más decidir meterme en este “lio” tenía claro tres
entradas que quería escribir. Dos de ellas ya las hice pero me faltaba escribir
esta, que debería haber sido la primera pero que está resultando la más
difícil. No sé cuántas veces me senté delante del ordenador a escribirla, cuántas
empecé y borré todo lo que tenía escrito, cuántas me dije “pero ¿dónde vas, que
no tienes ni idea?”. O cuántas tenía muy claro en la cabeza lo que quería decir
mientras iba andando por la calle pero que según llegaba a casa se me iban
todas las ideas.
Hoy, vuelvo a intentarlo.
¿Por qué precisamente hoy? Porque sufrí una especie de
retroceso en el tiempo, creo que en argot cinematográfico lo llaman algo así
como flashback.
Me tocó hacer mesa en un partido alevín femenino. Y allí estábamos,
en un patio de colegio de esos en los que tienes a los padres justo detrás del
banquillo, al lado de la mesa preguntando de vez en cuando “¿cómo vamos?”. En
un momento determinado, una madre gritó detrás de mí, dijo algo muy parecido a
lo que solía chillarle yo a la mía, algo así como “por tu madre, no falles
eso”. Y, de repente, habíamos vuelto hacia atrás en el tiempo. Me vi en ese
patio de colegio, o en otro similar, en el que los padres no tenemos sitio para
sentarnos y nos ponemos tan cerca de la cancha que parece que vamos a saltar de
un momento a otro, y me vi animando a un equipo alevín femenino, miré al
banquillo y allí estaba, de pie, animando y dando instrucciones… Conste,
pasaron algunos años desde que era mi hija la que jugaba en ese equipo alevín,
pero no os voy a decir cuántos, ni se nos notan (bueno, a mi hija sí se le
notan, lo contrario sería raro).
De Paula Bergel os puedo contar algunas cosillas, aunque ya
le hicieron entrevistas y videomontajes con sus mejores jugadas, así que seguro
que estáis bien informados. Jugó en Teresianas, dónde también estudió (por
cierto, yo también hice el BUP allí, aunque no compartimos aulas, ya que yo
estuve unos añitos antes, jajaja), en el OCB, en Liga femenina 2 con el
Universidad de Oviedo y de vuelta al sénior del OCB. Si no me equivoco, que la
memoria ya empieza a fallarme, fue elegida dos años consecutivos mejor jugadora
sénior femenina. Consiguió dos ascensos por lo menos; con el OCB se proclamó
campeona de liga en la temporada 07/08 ascendiendo a primera nacional pero por
alguna razón de esas extrañas que pasan a veces, el equipo desapareció y ella
se incorporó al CAU, con este equipo consiguió el ascenso a LF2 en mayo del
2012. También fue campeona de España de baloncesto universitario en mayo del
2011… Vamos, no se le daba nada mal.
Ahora es entrenadora, lleva años entrenando en infantiles,
cadetes, junior... Siempre en equipos femeninos, sola o acompañada, de primera
entrenadora o de segunda… Hace un poco de todo y le da tiempo además a ser la
coordinadora de los equipos femeninos en su club de tantos años. También como
entrenadora ayudante en la selección asturiana infantil consiguió un ascenso,
fue el año en el que, con Gonzalo Bedia, se ascendió a Especial en Zaragoza.
Peque, que es como me acostumbré ya hace años a llamarla,
aunque realmente nunca le pedí permiso para utilizar su nombre “más familiar”,
es en buena parte la culpable de que yo esté metida en esto. Y no me refiero
tanto al blog, sino a que ella es culpable de que me haya implicado de alguna
manera en el baloncesto, en el baloncesto femenino sobre todo. Siempre me
gustó, desde que era bastante joven, pero desde el momento en el que se
convirtió en nuestra entrenadora me terminó de enviciar.
Inés ya había empezado un par de años antes a ir a
baloncesto como actividad extraescolar, pero fue cuando aparecieron tres chicos
jóvenes y con muchas ganas cuando empezó de verdad a jugar a baloncesto (Paula,
Marta y Pangua, quien volvió un par de años después y fue el que terminó de
enviciar al mío…; como veis encuentro “culpables” fácilmente). De aquella,
Peque y Marta, la otra entrenadora que tuvieron y a la que perdí hace tiempo la
pista (reconozco ser muy cotilla, sobre todo en redes sociales, que resulta
relativamente cómodo y fácil seguir “en contacto” con alguien aunque ese
alguien no lo sepa), jugaban en el equipo sénior del OCB. De hecho, la primera
vez que fui a ver un partido en Pumarín, no fue a ver el equipo de los
“mayores”, el que paso a paso consiguió llegar a Oro y llenar ese
polideportivo, no, fuimos a ver jugar al sénior femenino. Por cierto, tuvimos
sitio de sobra, éramos lo que se suele decir “cuatro gatos”. No recuerdo contra
quién jugaban en aquella ocasión, sé que era contra algún equipo de Avilés, lo
cual no es decir mucho ahora mismo, ya que es una ciudad en la que el
baloncesto femenino “se nota”.
Peque también es “culpable” de mi pequeño vicio con el CAU.
La primera vez que las fui a ver era porque jugaba ella y había animado a sus
chicas a ir a ver la fase de ascenso que se jugaba en Oviedo. Y, creo que ya os
lo conté, me quedé prendada de ese equipo (al que sigo animando vía Twitter y vía
grada, muy pocas veces, la verdad).
Desde alevín, con cortes, con otros entrenadores, de
primera, de ayudante…, Peque siempre estuvo ahí. Por eso, siempre que hablamos
en mi casa, ella es la Entrenadora de Inés. Por supuesto que hubo otra gente,
con mejor o peor “suerte”; entrenadoras que además fueron su catequista, que le
enseñaron a postear y siempre la animaron desde la grada e, incluso, quien la
desanimó (porque tiene que haber de todo) o quien, además de entrenador, hizo
de taxista toda la temporada, pero, y me repito, ella es la Entrenadora. Seguramente
haya también gente con la que ella no haya “congeniado”, no haya tenido buen
rollo o que no la considere tan buena jugadora o entrenadora, repito que tiene
que haber de todo, pero ella fue la que se preocupó cuando mi hija se dio el
golpazo en la rodilla (a quién se le ocurre lanzarse contra la esquina de una
canasta…), la que se asustó cuando se le desmayó en un entreno por no haber
merendado bien… Seguramente, después de sus padres, evidentemente ese honor no
me lo quita tan fácilmente, es la persona que más broncas, riñas, discusiones y
charlas-terapia haya tenido con Inés. Incluso tuvo la suficiente moral de irse
a Rusia con un equipo cadete con tan poca memoria que se olvidaron del trofeo
de subcampeonas… ¡No sé cómo no las mataste entonces, Peque! Supongo que era
más fácil devolvérnoslas enteras a los padres, aunque seguramente ganas
pasaste.
Ahora ya no es ni entrenadora ni compañera (hubo un año en
el que maestra y aprendiz compartieron equipo) de los míos, pero seguimos
coincidiendo de vez en cuando, ella como entrenadora y yo en la mesa. Y yo
sigo, a mi manera dándole la brasa, como siempre. Por eso creo que se merece
este pequeño reconocimiento por mi parte porque, aunque te llame Peque, eres
GRANDE, enorme jugadora y entrenadora. ¡¡¡Mil gracias!!!
Porque, ¡Ellas también juegan!
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