jueves, 9 de noviembre de 2017

Ellas también juegan, por DelyAdela: Paula Bergel.



Nada más decidir meterme en este “lio” tenía claro tres entradas que quería escribir. Dos de ellas ya las hice pero me faltaba escribir esta, que debería haber sido la primera pero que está resultando la más difícil. No sé cuántas veces me senté delante del ordenador a escribirla, cuántas empecé y borré todo lo que tenía escrito, cuántas me dije “pero ¿dónde vas, que no tienes ni idea?”. O cuántas tenía muy claro en la cabeza lo que quería decir mientras iba andando por la calle pero que según llegaba a casa se me iban todas las ideas.
 


 

Hoy, vuelvo a intentarlo.

¿Por qué precisamente hoy? Porque sufrí una especie de retroceso en el tiempo, creo que en argot cinematográfico lo llaman algo así como flashback.

Me tocó hacer mesa en un partido alevín femenino. Y allí estábamos, en un patio de colegio de esos en los que tienes a los padres justo detrás del banquillo, al lado de la mesa preguntando de vez en cuando “¿cómo vamos?”. En un momento determinado, una madre gritó detrás de mí, dijo algo muy parecido a lo que solía chillarle yo a la mía, algo así como “por tu madre, no falles eso”. Y, de repente, habíamos vuelto hacia atrás en el tiempo. Me vi en ese patio de colegio, o en otro similar, en el que los padres no tenemos sitio para sentarnos y nos ponemos tan cerca de la cancha que parece que vamos a saltar de un momento a otro, y me vi animando a un equipo alevín femenino, miré al banquillo y allí estaba, de pie, animando y dando instrucciones… Conste, pasaron algunos años desde que era mi hija la que jugaba en ese equipo alevín, pero no os voy a decir cuántos, ni se nos notan (bueno, a mi hija sí se le notan, lo contrario sería raro).

De Paula Bergel os puedo contar algunas cosillas, aunque ya le hicieron entrevistas y videomontajes con sus mejores jugadas, así que seguro que estáis bien informados. Jugó en Teresianas, dónde también estudió (por cierto, yo también hice el BUP allí, aunque no compartimos aulas, ya que yo estuve unos añitos antes, jajaja), en el OCB, en Liga femenina 2 con el Universidad de Oviedo y de vuelta al sénior del OCB. Si no me equivoco, que la memoria ya empieza a fallarme, fue elegida dos años consecutivos mejor jugadora sénior femenina. Consiguió dos ascensos por lo menos; con el OCB se proclamó campeona de liga en la temporada 07/08 ascendiendo a primera nacional pero por alguna razón de esas extrañas que pasan a veces, el equipo desapareció y ella se incorporó al CAU, con este equipo consiguió el ascenso a LF2 en mayo del 2012. También fue campeona de España de baloncesto universitario en mayo del 2011… Vamos, no se le daba nada mal.
 


 

Ahora es entrenadora, lleva años entrenando en infantiles, cadetes, junior... Siempre en equipos femeninos, sola o acompañada, de primera entrenadora o de segunda… Hace un poco de todo y le da tiempo además a ser la coordinadora de los equipos femeninos en su club de tantos años. También como entrenadora ayudante en la selección asturiana infantil consiguió un ascenso, fue el año en el que, con Gonzalo Bedia, se ascendió a Especial en Zaragoza.

Peque, que es como me acostumbré ya hace años a llamarla, aunque realmente nunca le pedí permiso para utilizar su nombre “más familiar”, es en buena parte la culpable de que yo esté metida en esto. Y no me refiero tanto al blog, sino a que ella es culpable de que me haya implicado de alguna manera en el baloncesto, en el baloncesto femenino sobre todo. Siempre me gustó, desde que era bastante joven, pero desde el momento en el que se convirtió en nuestra entrenadora me terminó de enviciar.

Inés ya había empezado un par de años antes a ir a baloncesto como actividad extraescolar, pero fue cuando aparecieron tres chicos jóvenes y con muchas ganas cuando empezó de verdad a jugar a baloncesto (Paula, Marta y Pangua, quien volvió un par de años después y fue el que terminó de enviciar al mío…; como veis encuentro “culpables” fácilmente). De aquella, Peque y Marta, la otra entrenadora que tuvieron y a la que perdí hace tiempo la pista (reconozco ser muy cotilla, sobre todo en redes sociales, que resulta relativamente cómodo y fácil seguir “en contacto” con alguien aunque ese alguien no lo sepa), jugaban en el equipo sénior del OCB. De hecho, la primera vez que fui a ver un partido en Pumarín, no fue a ver el equipo de los “mayores”, el que paso a paso consiguió llegar a Oro y llenar ese polideportivo, no, fuimos a ver jugar al sénior femenino. Por cierto, tuvimos sitio de sobra, éramos lo que se suele decir “cuatro gatos”. No recuerdo contra quién jugaban en aquella ocasión, sé que era contra algún equipo de Avilés, lo cual no es decir mucho ahora mismo, ya que es una ciudad en la que el baloncesto femenino “se nota”.

Peque también es “culpable” de mi pequeño vicio con el CAU. La primera vez que las fui a ver era porque jugaba ella y había animado a sus chicas a ir a ver la fase de ascenso que se jugaba en Oviedo. Y, creo que ya os lo conté, me quedé prendada de ese equipo (al que sigo animando vía Twitter y vía grada, muy pocas veces, la verdad).
 

 

Desde alevín, con cortes, con otros entrenadores, de primera, de ayudante…, Peque siempre estuvo ahí. Por eso, siempre que hablamos en mi casa, ella es la Entrenadora de Inés. Por supuesto que hubo otra gente, con mejor o peor “suerte”; entrenadoras que además fueron su catequista, que le enseñaron a postear y siempre la animaron desde la grada e, incluso, quien la desanimó (porque tiene que haber de todo) o quien, además de entrenador, hizo de taxista toda la temporada, pero, y me repito, ella es la Entrenadora. Seguramente haya también gente con la que ella no haya “congeniado”, no haya tenido buen rollo o que no la considere tan buena jugadora o entrenadora, repito que tiene que haber de todo, pero ella fue la que se preocupó cuando mi hija se dio el golpazo en la rodilla (a quién se le ocurre lanzarse contra la esquina de una canasta…), la que se asustó cuando se le desmayó en un entreno por no haber merendado bien… Seguramente, después de sus padres, evidentemente ese honor no me lo quita tan fácilmente, es la persona que más broncas, riñas, discusiones y charlas-terapia haya tenido con Inés. Incluso tuvo la suficiente moral de irse a Rusia con un equipo cadete con tan poca memoria que se olvidaron del trofeo de subcampeonas… ¡No sé cómo no las mataste entonces, Peque! Supongo que era más fácil devolvérnoslas enteras a los padres, aunque seguramente ganas pasaste.

Ahora ya no es ni entrenadora ni compañera (hubo un año en el que maestra y aprendiz compartieron equipo) de los míos, pero seguimos coincidiendo de vez en cuando, ella como entrenadora y yo en la mesa. Y yo sigo, a mi manera dándole la brasa, como siempre. Por eso creo que se merece este pequeño reconocimiento por mi parte porque, aunque te llame Peque, eres GRANDE, enorme jugadora y entrenadora. ¡¡¡Mil gracias!!!

 
Porque, ¡Ellas también juegan!

 

 

 

 

 

 

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