martes, 21 de febrero de 2017

Niños, Padres, Entrenadores y Deporte, por Jorge F. Campomanes.


 


Hace unos días, Isa me propuso escribir en esta Sección Basket  y, como no, lo hago encantado y agradecido por la oportunidad.

El tema elegido no puede ser más interesante a la vez que controvertido, ya que, aunque para algunos sea impensable saltarse un entrenamiento de baloncesto, o permitir que nuestros hijos lo hagan, para otros, el compromiso con el equipo del que forman parte, no lo es tanto. Me propongo, por tanto, daros mi opinión personal acerca de cuáles son los puntos clave para mí en esta cadena que debe funcionar bien engrasada, para que el desarrollo de los niños a través del deporte, y siempre contando con el apoyo  de sus familias y con el trabajo de sus entrenadores,  sea productivo.

En primer lugar, hay que tener en cuenta cuáles son las razones que llevan a un niño a participar en una actividad deportiva que, normalmente, le exige una dedicación de entre seis y diez horas semanales. Normalmente, los niños se inician en una actividad sin saber realmente cuáles serán las sensaciones, cuál será su progresión o cómo será la relación con sus compañeros y entrenadores durante el tiempo que se dedique a la actividad elegida. Todos esos “riesgos”, todas esas “etapas”, forman parte del desarrollo personal del niño; son “riesgos” y etapas  a los que debe enfrentarse y, tanto los entrenadores como las familias, debemos colaborar, apoyar e, incluso, aconsejar cuando las circunstancias así lo requieran.  Aquí hay que dejar claro que no todas las circunstancias que rodean al niño necesitan consejo, por lo que, como adultos, a veces hay que saber diferenciar en qué momento es necesario ese consejo, ya que, si queremos que se convierta en un adulto, tiene que aprender a tomar decisiones solo. Como padres, tenemos que tener claro que nuestros hijos vivirán muchas experiencias y que, aunque formáramos parte de un equipo a la misma edad que ellos, las circunstancias, la sociedad, y el mundo han cambiado desde entonces; aquella disciplina que se inculcaba en los patios de colegio, dónde apenas había tres o cuatro opciones para elegir deporte, no es la misma que encontramos ahora en una sociedad sobresaturada de actividades extraescolares.
 
 


Actualmente, y ya hablando específicamente de la actividad de baloncesto, tenemos que tener claro que los equipos se componen de doce jugadores y un entrenador, en eso  poco ha cambiado, cierto. Pero ahora, a esos doce jugadores más el entrenador, hay que sumar doce familias con sus circunstancias, doce horarios de estudio, doce transportes y doce planteamientos deportivos distintos en cada una de esas doce familias. Y es dentro de esta última circunstancia, la diferencia entre los planteamientos deportivos de cada familia, dónde nos encontramos con una de las fuentes de “discordia” más llamativas en lo que concierne al ámbito del deporte en edad escolar, en este caso, del baloncesto en edades de cantera, ya que, lo que para unos es una oportunidad de desarrollo social, para otros se trata de ganar siempre, para otros es una simple cuestión de amistad y, para otros, será un simple entretenimiento. Y es aquí donde comienzan los choques entre esos entrenadores que quieren sentirse siempre vencedores, sin molestarse en saber si sus jugadores se sienten bien en el continuo rol de “ganadores”, entre padres que ven como un fracaso al equipo que no obtiene buenos resultados siempre y niños que, a pesar de destacar por sus cualidades, se ven condicionados por el esfuerzo que supone para ellos la obligación de estar siempre arriba de la tabla.

Mi consejo en este caso es que el entrenador debe ser una persona con vocación, capaz de hacer evolucionar a sus niños a través del esfuerzo; debe ser capaz de entender que, tanto los jugadores como sus familias, pueden tener otras prioridades que no sea el baloncesto y, aún así, conseguir sacar lo mejor de sí mismos, porque conseguir que una familia que, a priori, no entendía el deporte como algo positivo y palpable en la mejora de la educación de su hijo, se convenza y lo apoye respetando el trabajo del entrenador, es un reto que ha de estar muy por encima de cualquier marcador. Normalmente, los entrenadores tenemos una capacidad de influir en la formación social y deportiva de nuestros jugadores mucho mayor de lo que pensamos, por lo que un mal ejemplo delante de un niño, puede ser un lastre muy pesado. Por otro lado, un buen ejemplo puede ser esa chispa que encienda el motor de un buen deportista.

Como padres, debemos entender que el deporte no es una herramienta para llegar a la élite, sino que es una herramienta que permite que nuestros hijos se desarrollen. Nada más. Si queremos un hijo que llegue a la élite de cualquier deporte, lo primero que deberíamos saber es si el niño, realmente, es tan maduro como para entender  cuáles son los pasos que debe dar para alcanzarla y cuál es el  sacrificio que debe hacer, además de tener claro que también va a necesitar una buena dosis de suerte para alcanzar dicha meta.  En muchos de estos casos, los niños orientados de manera errónea desde pequeños a llegar a la élite del deporte que practique, pueden llegar a sentir una presión tan grande que acaban cayendo en el desinterés y la frustración por no obtener el resultado esperado, lo que se convierte en un problema diario que afecta al niño en el resto de actividades de su día a día y puede terminar influyendo negativamente en sus relaciones personales y hasta en su rendimiento académico.

También se da el caso contrario: el niño brillante en sus estudios que alcanza un grado de madurez a través del deporte, dando por sí mismo ese paso de madurez y responsabilidad que deseamos que nuestros hijos den desde bien pequeños. Esto es lo que, sin duda, los padres deberíamos apoyar al cien por cien, teniendo claro siempre que existe la posibilidad de que el niño falle en algún momento y no consiga llegar a la excelencia.

Por lo tanto, en esta relación entre padres, niños y deporte es fundamental el respeto a las aspiraciones del niño. Quitar el deporte a nuestros hijos para que estudien, es tan poco productivo como lo contrario. ¿O seríamos capaces de quitarles horas de estudio para que fuesen mejores jugadores? El deporte exige equilibrio y, en los niños, ese equilibrio está en su entorno; deben entender el deporte como lo que es, deben dar el máximo cuando lo practican, aprender desde niños a gestionar sus aciertos y sus errores, a entender el juego, a respetar las normas de civismo que persigue el deporte, a tomar decisiones e, incluso, a luchar por algo con lo que sueñan. Para conseguir todo eso, prestan su confianza a sus entrenadores como guías hacia sus metas, siempre y cuando estos tengan claro que sus objetivos y sus métodos deben estar en consonancia con su responsabilidad.

No nos engañemos, cualquier músico profesional, dedica innumerables horas al día a sus ensayos desde muy niño y el deporte en nuestro país  es una actividad que en el mejor de los casos nos da tres días por semana y una jornada de competición durante el fin de semana, para la que muchos niños no están igual de preparados, por lo que a mi modo de entender, el deporte debe ser utilizado para inculcar valores y capacidades que ayuden a mejorar la educación de nuestros niños.

Una simple opinión…
Jorge F. Campomanes, @jfcampomanes.
Entrenador del equipo Sénior Masculino de CB Laviana.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. de febrero de 2017, 3:36
    Como maestro y entrenador, creo que tenemos un papel fundamental en el desarrollo no solo deportivo de los niños, sino personal y social. Me siento afortunado por compartir tu misma opinión personal. Enhorabuena por tu publicación, espero que puedas seguir compartiendo artículos de este tipo. Un abrazo

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    1. Muchas gracias, me alegro de que compartas eatas opiniones. Es un placer conocer opiniones vuestras. Un abrazo

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