viernes, 9 de diciembre de 2016

Ellas también juegan, con DelyAdela: De la ilusión de niña a...

El otro día fui a ver terminar el segundo partido de mi hija como entrenadora y la verdad es que me entró un poco de “morriña”. Sobretodo, me encantó ver la cara de la jugadora que marcó la última canasta en el último instante, y eso que no les servía “para nada”: se iban igual con un partido perdido para casa, pero la ilusión con la que tiró a canasta y la cara de felicidad de ver que entraba…, eso, como dirían en el anuncio de una conocida tarjeta de crédito, no tiene precio.

Como os digo, era el segundo partido, el primero que jugaban “en casa”. Se trata de un equipo alevín formado por unas cuantas jugadoras y algún que otro jugador. A esas edades es muy normal ver chicos y chicas jugando en el mismo equipo (así empezó mi hijo, compartiendo equipo con su hermana y jugando contra otras niñas tres o cuatro años mayores que él). Algunas de ellas nunca habían jugado antes, vamos, que llevan un par de meses más o menos en este maravilloso mundo. En el primer partido les dieron un auténtico palizón y, aunque en este se notó la mejoría, aún no les sirvió para ganar. Pero ahí estaban, con ganas, ilusión y, por supuesto, intentando mejorar.

Lo dicho, estar allí me hizo recordar. 

Recordé horas de cancha de colegios y polideportivos, en ocasiones de pie y en otras ocasiones ¡con posibilidad de sentarnos y todo! Recordé que ponía el despertador un sábado a la misma hora que los días de semana para llevarlos a jugar a un sitio o a otro, como al École, con unas heladas…; o el aplaudirles aunque hubieran perdido (el primer partido oficial que jugaron perdieron de cuatro puntos, creo recordar, y las madres, la mayoría de las que estábamos allí, nos pusimos a corear el nombre del colegio, alguna lloró y todo); chillar desde la grada “¡que te pongas la chaqueta en el banquillo!”, intentar enfadarla un poco en el camino de casa al polideportivo para que sacara en la pista el genio que sé que tiene (¡vaya si lo tiene!), hacer el camino de regreso escuchando todo lo que se dicen en la pista (entre jugadoras de equipos contrarios y entre compañeras, que a veces me quedaba la duda de si no se les iría la fuerza por la boca), en mi caso incluso “provocar” un poco, pero sólo a mi hija, no penséis mal y siempre con total respeto a los árbitros, entrenadores y jugadores/jugadoras, sean del equipo que sean. Pero suele decirse que dónde hay confianza… así que a los míos, sobre todo a ella, a la primera. No me quedó muy claro si era o no buena idea, si de alguna manera la estaba presionando más de la cuenta, pero sí recuerdo que ya era ella la que me preguntaba: “mamá, ¿cuántas tengo que meter hoy?”Recuerdo también que no le gustaba que le chillara (a veces estábamos justo detrás de ellas en el banquillo, al pie de cancha literalmente, recogiendo balones incluso), aquello de “por tu madre” pero, la verdad, me salía de tan dentro… Y es que me emociono, reconozco que soy de las madres que se emocionan, aplauden…, no puedo parar. Por eso empecé a llevar la cámara de fotos, así estaba ocupada y no “molestaba” tanto.

Recordé los inconvenientes, que los tiene; pero también recordé estar encantada con que se hubieran decidido por este deporte que me apasiona, recordé que siempre pensé que era mejor que tuvieran una vida lo más sana posible, conocieran gente de distintos ámbitos y que mejor estábamos un sábado por la tarde metidos en un polideportivo que paseando por la ruta de reunión de adolescentes, sobre todo llegados a cierta edad.

El caso es que recordando, recordando, me di cuenta de un detalle. De las compañeras que tuvo en sus primeros años, aquellos en los que jugaba con la equipación de su colegio, bueno y mi colegio también, que soy  antigua alumna de allí, ella es la única que continúa. Tuvo sus momentos, hubo temporadas en que dejó de jugar bien por temas académicos o por otros temas personales, pero ella sigue jugando además de entrenar. Algunas lo dejaron, antes o después, a  causa de estudios, por irse fuera a vivir, porque en el fondo no les gustaba y lo hacían por “obligación” y, aunque esto no lo sé a ciencia cierta pero lo sospecho, alguna por no ver demasiado futuro en esto, por no tener demasiadas opciones en este mundillo y en esta ciudad. Ella, que casi empezó obligada porque en casa le dijimos que tenía que hacer un deporte y el que teníamos más a mano en el colegio era el baloncesto (deporte que le encanta a su madre, así que quizás insistí un poco), sigue jugando y ahora está intentando que otras niñas disfruten de este deporte.

Yo estoy contenta, creo que conseguí mi objetivo. Ojalá esas niñas que hoy veo jugar, que empiezan ahora y que quieren practicar este bonito deporte tengan siempre oportunidad de hacerlo.

Y ¡quién sabe!, igual dentro de unos años esa niña que marcó la última canasta sea jugadora profesional, se dedique a entrenar o esté sentada escribiendo sobre baloncesto…

¡Disfrutad!


Porque ¡¡¡Ellas también juegan!!!

#ellastbjuegan

#seccionbasket

#delyadela

#blogperez

#ILoveThisGame

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